Esta semana decidí comenzar a trabajar en mi visión para la segunda mitad del año. Evidentemente aquello que tenía en mente al iniciar el 2020, ha cambiado bastante. En muchos sentidos las circunstancias nos han obligado a replantear nuestras metas y a reconstruir nuestros objetivos en un nuevo contexto. Mi primera impresión cuando tomé la libreta y me enfrenté a la página en blanco fue que iba a ser realmente difícil conseguir algo este año, tenemos un escenario de incertidumbre, una inminente recesión económica, etc, etc, etc. Mi mente se dio vuelo pensando en todas las razones por las cuales los planes podían salir mal. Inmediatamente me di cuenta de que una parte de mí no estaba lista para visualizar mis objetivos del segundo semestre. Es muy difícil que podamos lograr una meta si nuestra mente y nuestras creencias no están alineadas con eso que queremos lograr.
En la transmisión de esta semana te compartía el proceso para plantearte un objetivo y algunos pasos básicos para comenzar a planear tu ruta hacia eso que quieres lograr (si te lo perdiste puedes ver la grabación aquí). Uno de los puntos iniciales que comentamos es que debemos tener muy claro cuál es nuestro punto de partida. Saber desde dónde estamos comenzando la aventura y cuáles son nuestros recursos en este momento. Este análisis inicial nos permite medir los alcances y planear desde una base mucho más sólida. Pero nuestros planes no servirán de mucho si en este análisis inicial no incluimos lo que nos dice la mente, es decir, nuestras creencias, respecto a lo que queremos lograr.

Considera que nuestras creencias son el cristal con el que vemos el mundo, influyen en nuestras decisiones y en muchos sentidos determinan lo que nos creemos capaces de hacer. Hay creencias sumamente arraigadas que nos definen, nos facilitan las cosas o nos limitan. Por ejemplo, podemos iniciar un cambio de hábitos en el que queremos comenzar a hacer ejercicio, puede que los primeros días funcione, pero si mi mente está convencida de que no soy alguien que hace ejercicio, hará todo lo posible porque eso siga siendo cierto. Es entonces que empiezan los autosabotajes, nosotros mismos comenzamos a ponernos el pie, y al final la creencia puede ser tan fuerte que termine por hacernos desistir de nuestra intención.
Por eso es importante tomar en cuenta qué es lo que nos decimos a nosotros mismos sobre lo que nos estamos planteando como objetivo. Nuestras creencias al respecto pueden contribuir a nuestra meta y mantenernos motivados o por el contrario pueden ser nuestro primer obstáculo. Es muy fácil identificar si tus creencias están alineadas con tu objetivo, comienza preguntándote ¿Qué te hace sentir ese objetivo? ¿Qué emoción te genera? ¿Qué ideas surgen cuando piensas en ello? ¿Qué tan positiva o negativa es tu charla mental respecto a ese objetivo?
Si descubres que alguna creencia no apoya el objetivo, no te angusties, hay varias cosas que puedes hacer al respecto, aquí algunas ideas:
- Antes que nada, no te juzgues, se gentil contigo mismo, esa creencia se construyó a partir de tu experiencia personal, y es posible que en algún momento te haya sido de utilidad aun cuando ahora ya no lo es.
- Observa la creencia como un pensamiento que puedes cambiar, cuando aparezca esa creencia sólo piensa “Qué interesante”, deja que te muestre lo que necesita mostrarte y luego déjala ir.
- Intenta buscar la raíz de la creencia, es muy probable que esa creencia esconda en el fondo un miedo, cuando lo tengas claro será más sencillo trabajarlo.

- Identifica la creencia que quieres cambiar y define por cuál quieres sustituirla. Lo siguiente es que te repitas esa nueva creencia una y otra vez, lo importante es que agregues una emoción positiva a esa nueva idea que quieres integrar. Para esto puedes visualizar aquello que esta nueva creencia puede traer para ti, percíbelo de la manera más realista que puedas, intenta involucrar todos tus sentidos. Al principio puede resultarte muy complicado, e incluso absurdo, pero con un poco de práctica empezaras a verlo como una posibilidad para después traerlo a tu realidad.
En tiempos de incertidumbre parece difícil comenzar a trabajar por un objetivo nuevo, sin embargo, todas las crisis eventualmente pasan. Si bien tenemos que resolver mucho de lo que sucede en nuestra inmediatez, no podemos quedarnos sólo ahí. Es necesario tener una visión de largo plazo que nos permita crecer tras la crisis. Es posible que tu contexto te demande resolver cosas en el aquí y el ahora, pero en cuanto tengas la oportunidad no te olvides de voltear a ver al largo plazo, al final lo que construimos en el día a día es lo que nos lleva a esa versión futura, y lo ideal es que sea esa mejor versión que nosotros deseamos. Y si en el proceso te das cuenta es necesario cambiar alguna creencia, date tiempo para trabajarla porque eso será parte del camino a tu objetivo.
Gracias por leerme, hasta la próxima semana.