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Disciplina: una práctica de amor propio

Cuando estaba en la secundaria mis sábados estaban dedicados cien por ciento a mis clases de danza, tomaba danza contemporánea de 9 a 11 de la mañana, después seguía mi primera clase de folklor de 11 a 1, tenía dos horas para ir a comer y regresaba de 3 a 5 para la clase avanzada de folklor y después a las 5 comenzaba el ensayo con la compañía completa que normalmente terminaba a las 8 o 9 de la noche. Aquellos días eran intensos, cansados y perfectos, no había nada en mi semana que superara el gusto con que iba cada fin de semana a bailar. Tener todo el sábado ocupado implicaba que durante la semana tenía que lograr terminar toda mi tarea y mis actividades para la escuela, lo cual hacia con diligencia para no tener absolutamente nada que se interpusiera con mis sábados de danza. Para todos mis compañeros de la escuela aquello era una locura, nunca podía salir con ellos porque estaba ocupada y siempre me recriminaban que no faltara ni un solo día, sin embargo, para mi aquello era la cosa más lógica, amaba bailar, me encantaba como me hacía sentir con mi cuerpo y me sentía totalmente satisfecha, por lo tanto, no había ninguna razón para no esforzarme por hacer lo que me gustaba.

Durante esos años, nunca caí en cuenta del nivel de disciplina que esa rutina implicaba, ni me detenía a pensar en las cosas que dejaba de hacer por mantenerme bailando, por el contrario, todo era parte de la gran recompensa que era para mi hacer ruido con los pies. He escuchado muchas veces, a muchas personas, quejarse de lo difícil que es ser disciplinado. Yo misma he tenido momentos en que me cuesta mucho trabajo mantener la constancia para algunos temas, y la disciplina parece ser más un sacrificio que una herramienta. Sin embargo, me parece que nuestro mayor problema con la disciplina no es la necesidad de ser constantes o las cosas que dejamos de hacer por ello, sino el enfoque que le damos y la manera en que nos mentalizamos respecto a ella.

Todos nuestros proyectos requieren de algo de disciplina y constancia, podemos iniciar con mucho entusiasmo y motivación, pero lo que a final de cuentas nos llevará a tener resultados es siempre la disciplina y la constancia. El problema es que la mayoría de nosotros vemos el ser disciplinado como un castigo, como algo que nos limita y no nos permite ser nosotros mismos. Sin embargo, si lo pensamos a fondo cuando comenzamos un proyecto estamos apostando por un sueño, por un hábito o una actividad que consideramos que va a sumar a nuestro desarrollo personal y al crecimiento que queremos lograr, entonces ¿Por qué pelearnos con aquello que nos permitirá lograrlo?

Es verdad que a veces cuando estamos tratando de lograr una meta o de cambiar un hábito, todo parece difícil. Por ejemplo, cuando empezamos a hacer ejercicio en definitiva no vamos a sentir los beneficios en un primer momento, las primeras semanas es muy probable que todo nos duela y que no podamos dejar de pensar porqué nos metimos en esa locura. Sin embargo, con el tiempo los resultados se darán y entonces nos sentiremos orgullosos de haber empezado. La clave es comprometerse con eso que va más allá de lo inmediato, es tener un compromiso con esa visión de nosotros que queremos obtener, pensando en esas metas como la manera en que nos queremos y nos cuidamos a nosotros mismos, buscando lo mejor para ti.

La disciplina es una herramienta que nos permite llegar a nuestras metas, es a través de ella que podemos ser constantes y obtener resultados. Es la manera en damos el salto de tener sólo un sueño o una idea, a ver resultados tangibles. Por ello la disciplina no es un castigo, ni un sacrificio, sino una práctica de amor propio que nos permite dejar la satisfacción inmediata en favor de esa visión más grande que queremos de nosotros mismo. En esos años la disciplina me ayudaba a cuidar de mí y de mi cuerpo, me ayudaba a mantener aquella actividad que me proveía de bienestar y me ayudaba a manejar mi estrés. Era gracias a ella que lograba tener las satisfacciones que me daba el bailar y sobre todo era gracias a la disciplina que podía hacer algo que amaba. Por eso tendríamos pensar en la disciplina como la manera en que expresamos nuestro cariño hacia nosotros mismos. Me quiero, me cuido y por eso trabajo con disciplina en mis sueños y metas.

Gracias por leerme, hasta la próxima semana