El primer mes del año se ha ido, y con el último día de enero se termina esa sensación de relativa novedad y nos enfrascamos por completo en las tendencias que traemos. Por ello es muy probable que muchos de los propósitos de año nuevo se hayan ya quedado en el camino, que esos cambios proyectados no estén resultando como lo esperábamos o que tal vez no nos sintamos ya tan motivamos. Muchas veces pensamos que lograr o no hacer ciertos cambios, o llegar o no a nuestras metas, depende totalmente de nuestra disciplina y perseverancia. Y aunque en definitiva son muy importantes hay algo más antes de ellas: La autoconfianza.
Cuando nos planteamos un cambio de hábitos o una meta normalmente comenzamos por construir una visión de un futuro que queremos para nosotros. Ya sea que te veas más sano, aprendiendo algo nuevo, o con mejores oportunidades, es un futuro que te gustaría vivir. Esta visión puede ser tan realista o tan fantasiosa como tú lo decidas y esto depende de lo que sabes de ti y de dónde te encuentras en el punto de partida. Construir el camino más adecuado para lograr un cambio de hábitos o alcanzar una meta está íntimamente ligado con el conocimiento que tienes de ti mismo, pues es el que te permite saber cuales son las fortalezas que te ayudarán a lograrlo y aquellas debilidades que tendrás que superar para que no se conviertan en obstáculos.
El autoconocimiento permite plantear metas realistas, y por consiguiente alcanzables, lo que facilita, entre otras cosas, que te mantengas motivado y puedas ver resultados progresivos. Cuando una persona se conoce a sí misma no se tiene que obligar a nada, porque conoce las razones de fondo por la que quiere hacer los cambios o lograr un objetivo. Sin embargo, el autoconocimiento puede no ser suficiente para construir la constancia necesaria para seguir el plan que traces, necesitas no sólo conocerte, necesitas confiar en ti.
La autoconfianza se refiere a la percepción que tienes de ti mismo que te permite creer en que puedes lograr las cosas. Es esa voz en tu cabeza que te dice “tú puedes” cuando estás saliendo de tu zona de confort, la que te alienta y te ayuda a superar obstáculos, y sobre todo aquella que te permite mantener los compromisos contigo mismo. Cuando tu autoconfianza está mermada, en lugar de escucharte diciéndote “tú puedes” te descubres con frases como “Para que lo intentas, si siempre abandonas” “no lo vas a lograr” “A que sólo duras una semana”, etc, etc.
Tu confianza en ti mismo se ve lastimada de la misma forma en que la confianza se pierde en otras relaciones. Cuando te mientes, cuando te fallas, cuando no eres leal a ti mismo, cuando haces cosas que no quieres, cuando no te pides perdón por los errores, cuando no te comunicas contigo, cuando te juzgas; en todos esos momentos lastimas tu autoconfianza. Y como todos sabemos la confianza es frágil y se construye con acciones, para fortalecerla es importante ser muy cuidadoso con los compromisos que haces contigo mismo, darles la importancia que le darías a cualquier otro compromiso. Mantener tus promesas personales, esforzarte por ti y plantarte metas honestas, ayuda a aumentar tu percepción de logro y de lo que puedes hacer.
Confiar en ti mismo no es una cosa menor y puede ser un gran motor personal, creer en tu palabra puede ser muy poderoso, pues te dará el primer empujón para construir la disciplina, la constancia y perseverancia que necesites para construir cualquier visión personal. Cuidar de ti y tu relación contigo como cuidas tus relaciones más importantes, te permitirá ser tu mejor aliado y no tu peor enemigo.
Gracias por leerme, hasta la próxima semana