Hacer cosas nuevas da miedo. La idea de iniciar con un blog estuvo en mi cabeza al menos un año antes de que éste espacio viera la luz. Muchas personas a mi alrededor me lo habían recomendado y más de uno me insistió en que debía hacerlo. Sin embargo, por alguna razón yo me negaba, mi mejor pretexto era que no tenía tiempo o que necesitaba planearlo bien, pero lo cierto es que daba miedo. Estaba aterrada ante la idea del compromiso que ello implicaba, la disciplina que requería, quedarme sin ideas, e incluso mi total desconocimiento sobre por dónde empezar.
Tener miedo es totalmente natural, todas las personas en algún momento pasamos por ello. El miedo es parte de cualquier proceso de crecimiento, pues nuestra mente y nuestro organismo siempre buscan mantenernos en aquello que conocen como seguro. De esta forma, el miedo puede presentarse de dos formas: como aquel que nos ayuda a sobrevivir y nos advierte de las situaciones de peligro real, y aquel cuyo objetivo es mantenernos en nuestra zona de confort y que considera que cualquier cosa fuera de ella implica un peligro. El primero puede salvarnos la vida, pues nos permite reconocer cuando nuestra integridad se encuentra amenazada. El segundo, aunque tiene buenas intenciones, tiende a mantenernos alejados de aquellas cosas que pueden hacernos crecer y ampliar nuestra área de conocimiento.
Intentar algo nuevo, emprender un reto o cambiar un hábito crea incertidumbre, pues modifica la forma en que nuestra mente o nuestro cuerpo está acostumbrado a trabajar. Esta incertidumbre alimenta nuestro miedo y en consecuencia suele generar resistencia. Es entonces cuando comenzamos a encontrar cualquier pretexto para no hacer el cambio, cuando procrastinamos y postergamos ese primer día, o cuando hacemos esa lista completa de inconvenientes para convencernos de que es una mala idea. Sin embargo, si podemos ver más allá del miedo y la incertidumbre, descubriremos que lo más difícil es comenzar ese cambio.
La naturaleza no se resiste al cambio, muy por el contrario, abraza el cambio como una de sus características más íntimas. Desde hace unos días he estado observando los árboles que hay cerca de mi casa y me ha sorprendido que, conforme el clima se ha hecho poco a poco más caluroso, cada vez más de ellos han comenzado a sacar flores y a renovar sus hojas. Cuando observas la naturaleza te puedes dar cuenta de cuan cambiante es. Basta con ver cuánto se modifica el entorno conforme las estaciones pasan, cómo ciertas plantas florean en invierno y otras dejan caer sus hojas. No imagino a un árbol temeroso de soltar sus hojas, o a una flor postergando florecer. Sólo cambian, se entregan a esa nueva faceta y dejar ir a su viejo yo. Los animales mudan su pelaje e incluso los reptiles mudan su piel, no dudan que el pelo volverá a crecer o que tendrán nuevas escamas, sólo lo dejan suceder.
Pensar el cambio como algo intrínsecamente natural nos hace entender también al miedo como un elemento que es parte del crecimiento y del aprendizaje. Entender que ese miedo sólo busca mantenernos a salvo y su objetivo no es otro que cuidar de nosotros nos permite verlo no necesariamente como un enemigo a vencer, sino cómo un aliado e incluso cómo una brújula que te permite saber si aquello que estas por emprender es un reto suficientemente grande para tu crecimiento. Ver el miedo con otros ojos es un buen primer paso para afrontarlo, te da la oportunidad de agradecerle por su deseo de mantenerte seguro y con ello te permite entenderlo, procesarlo y eventualmente soltarlo.
El miedo no dura para siempre y es más fácil superarlo una vez que lo reconoces cómo tal es. Lo importante es no dejar que te convenza de que aquello que quieres lograr es peligroso, sobre todo si se trata de cambios personales que te llevarán a mejorar tu vida. Hoy, mirando a la distancia, creo que muchos de mis miedos para comenzar este blog eran infundados, la mayoría de ellos pude superarlos después de mucha lectura, otro tanto de investigación y algunos consejos. Entender mis miedos también me ayudó a comprender aquellas cosas en las que necesitaba trabajar antes de comenzar está aventura y es, gracias a ese esfuerzo, que hoy puedo compartir contigo a través de este espacio. El miedo y el cambio son una constante para cualquier persona, mientras mejor los conozcamos y los observemos, mejor podamos afrontarlos.
A ti, ¿qué miedos te gustaría superar hoy?
Gracias por leerme, hasta la próxima semana.