Cada año uno de mis propósitos es hacer algo que jamás haya intentado antes. Hace dos años mi reto fue correr una carrera, nunca había participado en una, así que escogí una carrera sencilla de 5km. Una vez inscrita me preparé lo mejor que pude y cuando llegó el gran día ahí estaba yo, a las 7:00 de la mañana en una de las calles aledañas a la Av. Reforma en la Ciudad de México, con un grupo muy numeroso de mujeres entusiasmadas, preguntándome a mí misma si estaba segura de lo que iba a hacer. Debo decir que fue una gran experiencia, no sólo por ayudarme a mejorar mi condición física, si no por lo que aprendí de mí en el proceso.
Planear esa carrera fue un reto porque nunca había entrenado para una y porqué en general no me consideraba una gran corredora, siempre he preferido hacer otro tipo de actividad física cómo bailar. Esto implicó que desde un inicio debía romper con esa barrera mental en la que me decía que yo no era buena corredora. Mantener la disciplina para entrenar también fue desafiante pues siempre podía encontrar buenos pretextos para no hacerlo. Sin embargo, conforme la fecha se iba acercando me fui dando cuenta de que ese tiempo dedicado a entrenar se hacía más importante y eventualmente me descubrí imaginando lo que sería cruzar la meta.
Creo que uno de los grandes retos de una carrera tiene que ver con tu estado mental. En algún punto pasando los 3km repentinamente tuve la sensación de que no podría logarlo, sentía que iba muy atrás y que estaba ya demasiado cansada, había caminado antes por la ruta pero por alguna razón sentía que no lograba avanzar. En ese momento consideré seriamente detenerme, tal vez ese no era el año para hacerlo, sin embargo, había visualizado la meta y estaba tan decidida a que lo haría que la idea no duró mucho en mi mente. Había escuchado antes que el éxito de una carrera depende en gran medida de tus pensamientos y en ese momento supe a lo que se referían.
Ese día no rompí ningún reto, no hice ningún tiempo espectacular, sin embargo, si logré sentirme orgullosa de mí misma al cruzar la meta, y cumplir con mí propósito de ese año. Una de las cosas que aprendí de esa carrera es la importancia de establecer la meta, tener claridad de a dónde quieres llegar es un gran motor para seguir avanzando. Saber de antemano lo que quieres ver, cómo te quieres sentir y que quieres alcanzar, te ayuda sin duda a pasar esos momentos en que te quedas sin aliento, aquellos instantes en que quieres abandonar. En general siempre he sido partidaria de plantearme metas tanto a en lo personal como en lo profesional, pero la experiencia me dio una nueva perspectiva al respecto.
Saber hacia dónde vas marca una gran diferencia en la manera en que trabajas por ello. Desmenuzar una meta en objetivos alcanzables te ayuda a que tus sueños estén más cerca de la realidad. Una manera muy simple de hacerlo es utilizar una estrategia muy conocida llamada SMART (por sus siglas en inglés), ésta consiste en redactar los objetivos asegurándose que cumplan con las 5 características que representan cada una de letras, es decir que cada objetivo debe ser:
- S Específico (Specífic)
- M Medible (Measurable)
- A Alcanzable (Attainable)
- R Realista (Realistic). Algunos autores usan la R cómo Relevante (Relevant)
- T Con un tiempo determinado (Time related)
Está manera de plantear los objetivos que te llevan hacia una meta ayuda que sea más sencillo establecer un plan de acción y por consiguiente que logres lo que te propones. Sin embargo, creo que es tan importante saber qué quieres hacer cómo estar muy claro del por qué quieres hacerlo, sobre todo porque de ello dependerá tu motivación para lograrlo. Es ese por qué el que te llevará al estado mental necesario para superar los obstáculos y cruzar la meta. Sobre esto hablaré en próximos artículos.
Muchas gracias por leerme
Hasta la próxima semana