“¿Cómo pretenden hacer eso?” “¿En qué estaban pensando?” “¿En serio esperan que yo haga eso?” “Nunca se ha hecho así”
Esas son algunas de las frases que escuchado recurrentemente en los últimos días. La razón: Un proceso de cambio. En uno de los proyectos en los que colaboro, desde mediados de año anunciaron una serie de transformaciones, y en este mes se comenzaron a implementar algunas nuevas políticas. Lo que me ha sorprendido es que antes de que se anunciaran dichos cambios todos estaban de acuerdo en la necesidad de hacerlos, sin embargo, su implementación ha sido por lo más problemática. Dejando de lado si los nuevos planteamientos son los adecuados o no, me ha resultado sumamente interesante observar la creciente resistencia al cambio. Siempre me he preguntado ¿Por qué nos cuesta tanto esfuerzo cambiar? ¿Por qué, aunque seamos conscientes de que el cambio nos traerá algún beneficio, nos resistimos a él?
Hace no mucho me topé con un libro que se llama Deja de ser tú. La mente crea tu realidad de Joe Dispenza quien plantea un aspecto muy interesante al respecto. El autor escribe que todas nuestras emociones se generan a partir de una combinación de compuestos químicos que nuestro cuerpo segrega, de esta forma la tristeza, la alegría o el miedo son respuestas químicas del cuerpo. Esto significa que cuando hacemos constantemente algo que nos genera alegría o miedo nos acostumbramos a tener cierto combo de sustancias en nuestro organismo y con ello nuestras células se acostumbran a vivir con esa combinación química. Lo que implica que nuestras actividades diarias y cotidianas, y el estado emocional que ellas nos generan, contribuyen a mantenernos acostumbrados a una cantidad específica de neurotransmisores y hormonas que constituyen nuestra “normalidad”.
Aquí es dónde se pone interesante pues Joe Dispenza sostiene que nuestras células básicamente se vuelven adictas a esa combinación química a la que están habituadas, él plantea que si estamos acostumbrados a vivir estresados y nuestras actividades diarias refuerzan ese estado mental, nuestras células se acostumbran y adaptan para entender el estrés como su estado normal. Por lo que, si en algún momento decidimos hacer un cambio para modificar ese estado mental, nuestras células entrarán algo muy similar a una crisis de abstinencia. Y es justamente esa crisis la que hace tan difícil mantener el cambio.
Seguramente te ha pasado cuando intentas comenzar o modificar un hábito, hacer ejercicio por ejemplo, los primeros días puedes estar súper motivado y te sientes muy bien con el cambio que estás realizando, pero poco después empiezan a surgir pensamientos del estilo “Por un día no pasa nada”, “¿Cuándo se me ocurrió que esto era buena idea”, “Y si mejor seguimos como antes”. De acuerdo con el autor esos pensamientos vienen de tus células reclamando volver a su estado “normal”, están desesperadas por regresar al combo químico al que estaban acostumbradas, es decir, se resisten al cambio. La buena noticia es que ese estado también es temporal y aunque a veces cueste mucho trabajo, con las herramientas adecuadas se puede superar.
Lo cierto es que la resistencia al cambio es totalmente natural y siempre está presente en diferentes grados cuando algo modifica nuestra realidad. Nuestras rutinas diarias y cotidianidad nos mantienen conectados con una forma de ver la vida y de hacer las cosas, y cuando el entorno nos obliga a cambiarlas o decidimos modificarlas es inevitable que la resistencia ocurra. Cualquier cambio nos implica incertidumbre, no sabemos si lo nuevo funcionará o que consecuencias nos pueda traer, si el resultado va a ser lo que esperamos o si será todo lo contrario. Por lo que sentir resistencia es parte del proceso, para algunas personas puede resultar más fácil que para otras y esto dependerá en muchos sentidos de las herramientas e información con las que contamos y nuestras experiencias previas. Mientras más preparados estamos para ello, más sencillo es fluir con los cambios y podremos obtener mejores resultados pues después todo cómo dice el dicho “Lo único constante es el cambio”
A ti ¿Te es fácil asumir los cambios? ¿Crees que nuestras células puedan ser adictas a nuestro día a día?
Gracias por leerme, hasta la próxima semana